jueves, 23 de septiembre de 2010

Día 5



Nubes + Nubes +  Nubes = Lluvia. En cuanto me amaina un poco, busco snorkel, botas y al agua. Vuelvo a la costa y mientras tomaba resolana, aparecen Czech Republic y Ireland. Venían con auto así que la familia tutta salió a recorrer las atracciones turísticas. Primera parada: Cascada. $5 talas. La cascada era lejos de ser impresionante, pero al menos nos dimos un baño y enfriamos unas cervezas en el agua fría. Segunda parada: Blowholes. Básicamente, son agujeros en la tierra que cuando viene una ola grande dispara un chorro de agua. Entrada: $5 talas. La oficina de boletos tenía un superávit de empleados. Desde la entrada había que caminar unos metros y cuando nos fuimos acercando viene una señora samoana y nos pregunta si veníamos para los blowholes, cuando le dijimos que se, fue a buscar una canasta de cocos y se dirigió a los susodichos agujeros. Esperaba que viniera una ola grande, tiraba un coco y con el chorro el coco salía disparado, con suerte, hacia el mar. Repitió el procedimiento varias veces hasta que no venía ninguna ola grande, y entonces tuvo que comenzar a llamarla: “Big wave, big wave!” Una vez agotados los cocos, la presentadora se acerca a R.C. y le dice: “10 talas for the coconuts and 10 talas for the show”. R.C. le entrega 10 talas y le dice eso es todo. Próxima y última atracción: Canopy Walkway. Altamente sobrevaluada: 20 talas. Choreo a lo samoano.

Día 4



Día espléndido en el muelle. Como era martes, el barco grande no salía en el horario de las 12 por tareas de mantenimiento. Compramos los boletos para el próximo, que salía a las 2. Durante la dulce y larga espera, dado que estábamos allí desde las 11, conocimos a una joven pareja samoana. Ella, Tofi, blusa y pollera floreada muy colorida, anteojos con detalles en dorado y cartera Luis Botón. Él, Api, remera, pareo y anteojos tipo aviador espejados. Una pareja samoana muy topísima! Muy desenvueltos en inglés, nos contaron que eran pastores de la iglesia Asamblea de Dios, que se habían ido a American Samoa a “descansar”, descansar de qué si trabajan un día a la semana!!! Tofi nos interrogó acerca de todo… de todo lo que ganábamos y gastábamos. Y yo muy curiosamente también indagué acerca de sus ingresos, que provenían de las donaciones de los feligreses y que seguramente patrocinaron el viaje. Cuestión que la gente se empezó a amontonar detrás de un portón, con Maru nos preguntábamos por qué tanta urgencia si todos teníamos pasaje. Un final muy previsible: nos cerraron la puerta en la cara, detrás de Tofi y Api que habían logrado pasar sin problema. Yo no podía creerlo, una bronca impresionante. Sin vergüenza alguna, utilicé mis contactos y grité Tofi, Tofi desde detrás de la reja. Obviamente, una imagen patética. A lo lejos, la Mariana Nannis del Pacífico me dice agitando la mano: “ring me, ring me!”. F.O. Punto y aparte. No nos quedó otra que esperar el ferry de las 4. Cuando me di vuelta para ver quiénes éramos los que habíamos tenido tanta mala suerte, no me sentí tan mal al ver a todo el turistaje.
Llegamos a Salelologa y tomamos el colectivo que, con suerte, nos dejaría en Aganoa Beach, una de las playas recomendadas. Una vez arriba del colectivo, el asistente de colectivero, que para entonces aún no sabíamos que esa era su ocupación, agarra la mochila de Maru. Con la desconfianza que nos hemos criado y acostumbrado en nuestro querido país, pensamos que este pibe se bajaba y rajaba con la mochila en la primera de cambio. Le hago seña para que deje la mochila donde estábamos nosotras y nos indica que ahí teníamos que bajarnos. Nos tira las mochilas en el pastito y nos da la bendición. Había un portón y un camino angosto. Ningún cartel a la vista. Pero siempre digo que tengo mucha suerte y apareció un tipo en una van que iba para el mismo lugar que nosotras, ya que trabajaba ahí. Estuvimos en la van como 10 minutos, así que considero que fue un regalo del cielo.
El lugar era hermoso, la playa no era muy grande y no logramos negociar mucho el precio, pero no cabía la posibilidad de volver caminando a la entrada, así que el lugar era fantástico. Entre los otros huéspedes, había dos surfistas australianos medio veteranos, dos chicas de Christchurch y un mini kiwi. Cena con todos los huéspedes y a la cucha con toda la mosquitada.

Día 3



Desayuno. Lectura de librito en hamaca. Partida para seguir recorriendo la isla. Nos dirigimos a un punto que nos habían señalado en el mapa, Return to Paradise. Llegamos a la entrada y San Pedro nos pedía $20 talas por persona para pasar al paraíso. Como no teníamos tiempo para apreciar este sagrado lugar porque teníamos que devolver el auto, y San Pedro es un vivo de novela, seguimos el recorrido. Todas las playas del sur son increíblemente bonitas, pero solo alcanzamos a verlas de pasada. Esta es la zona que se vio afectada por el tsunami, a fines de septiembre del año pasado.
Tatiana motel again, pero esta vez, con mis habilidades de negociadora (gracias pa), logré conseguir por el mismo precio una habitación con baño privado. ¡Un lujo! En la sala de estar, reconocí unas caras conocidas, por foto. La rana René y el alemancito, que nos tiraron consejos de lugares para visitar en la otra isla, Savaii. Luego, dimos un paseo por los mercados de artesanías, y de frutas y verduras. El mismo producto podía valer entre $15 y $40, solo había que tener suerte y pelearla hasta las últimas. Igual no compramos nada. Tío y papá de Maru, se quedaron sin la cruz que teníamos pensado comprarles.  Lo siento, será para la próxima.

Día 2


Día especial para ir a la Iglesia. Es impresionante ver cómo se para la ciudad. Prácticamente no hay transporte, los negocios están todos cerrados. Las iglesias son las construcciones mejor mantenidas. En cada village (división tipo barrio, regida por un jefe o matai), hay como cinco de distintas religiones: mormones, de la asamblea de Dios, católicos, y otros mejunjes. La gente debe ir bien vestida a la iglesia, en su mayoría, de blanco, las mujeres con sombreros, sin mostrar los hombros y de lava lava o pollera, larga está demás aclarar. Los hombres de lava lava y algunos hasta de corbata.
Este día aprovechamos para recorrer la isla. Llegamos a un resort de la ostia, Coconuts Zaraza Resort. Nos tomamos unos jugos de frutas exquisitos y nos dimos el gusto de un almuerzo increíble. Uno de los platos era pescado con berenjena y chips de banana presentado en un bowl de hoja de coco. El otro era una ensalada de pollo servido en una mitad de papaya. Rico rico. La señorita Maru fue a indagar el precio del alojamiento y como estaba dentro del presupuesto “nos lo merecemos”, vamos a la recepción a hacer el check-in. Ete aquí que en este momento nos indican que el precio es en dólares americanos. Mmmmm….. todos los precios en todos toditos los lugares están expresados en la moneda local. Y así es como, con la panza llena y el corazón contento, emprendimos la partida. Y así es como encontramos otro recóndito lugar que se llamaba Sa’moana, regenteado por dos kiwis, con los que logramos acordar un precio razonable. El lugar era hermoso, palmeras, hamacas, pileta con agua de mar, el mar mismo y el aire de vacaciones tan particular.

martes, 21 de septiembre de 2010

Dia 1

 Terminé de trabajar en el café y la pasé a buscar a Maru, terminamos de armar los petates, preparamos el mate, nos ataviamos adecuadamente y partimos para Auckland. Visitamos a nuestra amiga Juje, que esta vez nos recibió menos quejosa que nunca. Juje, no te enojes, es mejor así. A la noche, fuimos por unos nachos mexicanos y unas coronitas para, valga la redundancia, coronar la partida. El vuelo estuvo bien, con algunas salvedades, a saber, los asientos no se reclinaban y el servicio era con cargo. Se acercó una aeromoza para ofrecer reproductores de DVD portátiles y auriculares, cuando le acepté los auriculares me indicó amablemente el precio, no way! Si me iba a quedar dormida en menos de 10 minutos. Al salir del avión se sintió el clima tropical que tanto íbamos a buscar. Luego de las preguntas de rigor de inmigración, finalmente estábamos en territorio samoano.  Como las señoritas aún no aprendieron a viajar liviano, íbamos bastante cargadas, llevábamos artículos sumamente imprescindibles como equipo para bucear, pinturitas para manos, computadora (no sé dónde pensábamos que íbamos, nunca pudimos conectarnos a internet y nunca había tomacorrientes en las chozas). Así que tomamos un taxi al centro, donde el amable taxista nos llevó a inspeccionar dos alojamientos, que, por lo visto, nunca son inspeccionados por autoridades sanitarias. Desesperadas por la playa y ante las recomendaciones de que el domingo es el día dedicado a la iglesia (Tío te vas a sorprender, pero dejaré el suspenso para más adelante), alquilamos un auto por dos días. Nos trajeron el auto, con la particularidad de que tenía el volante a la izquierda, y teníamos que manejar por la izquierda. Aparentemente a esta gente les pintó cambiar de mano el año pasado. Como venía diciendo, partimos en busca de playa, nos dieron las indicaciones correspondientes, pero ya saben que yo me pierdo antes de mirar para cruzar la calle. Así que donde vimos un poco de agua y un poco de arena, aparcamos el carro y bajamos. Bikini y al agua. Cuando quisimos darnos cuenta teníamos unos cuantos morochos detrás de los árboles y arbustos. Por suerte mantenían distancia. Luego empezó a llover y como estábamos cansadas del viaje nos metimos al auto y a dormir la siestona. Cuando abrimos un ojo, teníamos media comunidad samoana examinándonos desde afuera. Moraleja: Prohibido dormir en bikini dentro del auto. Vuelta a la casita de las cucarachas, conocimos un grupo integrado por checo (no sé cuántos checos hay en total, pero la gran mayoría no vive en la República Checa), irlandés y pareja de algún lugar. Intercambiamos las preguntas de rigor, hace cuánto llegaron, cuándo se vuelven, etc. etc. y partimos a un bar con luces de colores, banda en vivo y cerveza Vailima a tomar algo. 5 talas, música y a las pistas. Un caballero se acercó y para no despreciar la invitación acepté la pieza de baile. El caballero había superado ampliamente el nivel permitido para manejar la coordinación motora necesaria para bailar así que decidí que quería reincorporarme al equipo. El caballero insistia con un inglés rústico: I want to dance for you. Thanks, but no thanks. Intervención de otro caballero. El equipo decidió apartarse de la línea de fuego. Caminamos como 2 km para encontrar un lugar para comer. Plato especial: oka, ensalada a  base de atún crudo y otros ingredientes.

Samoa, el país de la sonrisa

Buenos queridos amigos y familia, reconozco que esta viajera devenida en bloggera se ha tomado unas vacaciones de sus racontos, pero está de regreso con nuevos capítulos. Sigo viviendo en la misma ciudad, Mt. Maunganui, y el monte da mucho para contar así que ya los iré poniendo al día. Pero como saben, me he tomado unas vacaciones de las vacaciones y partimos con Corrientes para Samoa. Seguramente muchos se preguntarán dónde sopló el viento esta vez? Bueno, Samoa, o Western Samoa para ser más precisos (se diferencia de American Samoa que es territorio gringo) es una de las islas del Pacífico. Para que tengan una ligera idea del lugar de destino, es donde se suelen filmar esas películas donde el agua es increíblemente transparente, a lo sumo un verdecito agua, con alojamiento muy rústico justo justito sobre la playa. Bueno, si esta descripción no les es suficiente, acá van un par de fotos para que se les aclare el panorama (lamentablemente, problemas técnicos no me dejan subir fotos).

Ahora bien, cómo terminamos acá. El plan original era tomarme unos días de mis dos estresantes trabajos para ir a esquiar con mi nueva amiga de toda la vida, Maru. Pero como buenas correntina y chaqueña, no nacimos para el frío y entre terminar con las rodillas moretoneadas por los intentos fallidos de mantenerme sobre la tabla de snowboard y volver con un color dorado en la piel, la segunda opción nos pareció más atractiva. Acá va la crónica día por día.