martes, 21 de septiembre de 2010

Dia 1

 Terminé de trabajar en el café y la pasé a buscar a Maru, terminamos de armar los petates, preparamos el mate, nos ataviamos adecuadamente y partimos para Auckland. Visitamos a nuestra amiga Juje, que esta vez nos recibió menos quejosa que nunca. Juje, no te enojes, es mejor así. A la noche, fuimos por unos nachos mexicanos y unas coronitas para, valga la redundancia, coronar la partida. El vuelo estuvo bien, con algunas salvedades, a saber, los asientos no se reclinaban y el servicio era con cargo. Se acercó una aeromoza para ofrecer reproductores de DVD portátiles y auriculares, cuando le acepté los auriculares me indicó amablemente el precio, no way! Si me iba a quedar dormida en menos de 10 minutos. Al salir del avión se sintió el clima tropical que tanto íbamos a buscar. Luego de las preguntas de rigor de inmigración, finalmente estábamos en territorio samoano.  Como las señoritas aún no aprendieron a viajar liviano, íbamos bastante cargadas, llevábamos artículos sumamente imprescindibles como equipo para bucear, pinturitas para manos, computadora (no sé dónde pensábamos que íbamos, nunca pudimos conectarnos a internet y nunca había tomacorrientes en las chozas). Así que tomamos un taxi al centro, donde el amable taxista nos llevó a inspeccionar dos alojamientos, que, por lo visto, nunca son inspeccionados por autoridades sanitarias. Desesperadas por la playa y ante las recomendaciones de que el domingo es el día dedicado a la iglesia (Tío te vas a sorprender, pero dejaré el suspenso para más adelante), alquilamos un auto por dos días. Nos trajeron el auto, con la particularidad de que tenía el volante a la izquierda, y teníamos que manejar por la izquierda. Aparentemente a esta gente les pintó cambiar de mano el año pasado. Como venía diciendo, partimos en busca de playa, nos dieron las indicaciones correspondientes, pero ya saben que yo me pierdo antes de mirar para cruzar la calle. Así que donde vimos un poco de agua y un poco de arena, aparcamos el carro y bajamos. Bikini y al agua. Cuando quisimos darnos cuenta teníamos unos cuantos morochos detrás de los árboles y arbustos. Por suerte mantenían distancia. Luego empezó a llover y como estábamos cansadas del viaje nos metimos al auto y a dormir la siestona. Cuando abrimos un ojo, teníamos media comunidad samoana examinándonos desde afuera. Moraleja: Prohibido dormir en bikini dentro del auto. Vuelta a la casita de las cucarachas, conocimos un grupo integrado por checo (no sé cuántos checos hay en total, pero la gran mayoría no vive en la República Checa), irlandés y pareja de algún lugar. Intercambiamos las preguntas de rigor, hace cuánto llegaron, cuándo se vuelven, etc. etc. y partimos a un bar con luces de colores, banda en vivo y cerveza Vailima a tomar algo. 5 talas, música y a las pistas. Un caballero se acercó y para no despreciar la invitación acepté la pieza de baile. El caballero había superado ampliamente el nivel permitido para manejar la coordinación motora necesaria para bailar así que decidí que quería reincorporarme al equipo. El caballero insistia con un inglés rústico: I want to dance for you. Thanks, but no thanks. Intervención de otro caballero. El equipo decidió apartarse de la línea de fuego. Caminamos como 2 km para encontrar un lugar para comer. Plato especial: oka, ensalada a  base de atún crudo y otros ingredientes.

1 comentarios:

A las 21 de septiembre de 2010, 10:02 , Blogger Dani✨ ha dicho...

La estás pasando genial Loreleii!!! Besotee y seguí disfrutando que te lo mereces! :D Soy Daniela ( no sé por qué sale ese usuario queteimporta jajajaja pero soy yo!)

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio